La autoridad positiva


«Érase una vez un cuartel donde había cinco puestos de guardia, con vigilancia las 24 horas del día. Un soldado en pie, fusil en mano, debía soportar cualquier inclemencia del tiempo de la forma más imperturbable posible.
Pero llegó al cuartel un soldado educado en la familia y en la escuela en un sistema de disciplina inductiva. En su primera guardia, dedicó todos sus turnos a intentar descubrir las razones de estos cínco puestos de guardia. Finalmente, le pareció razonable, en términos militares, el que, en una institución con armas, hubiera puestos de guardia; y el que éstos se situaran en lugares estratégicos, por donde algún terrorista o delincuente pudiera entrar. Pero fue incapaz de descubrir una sola razón que justificara el quinto puesto de guardia: estar de pie, junto a un banco de madera, en medio del patio interior del cuartel.
Sorprendido empezó a preguntar, siguiendo el orden reglamentario, a su cabo, sargento, teniente, capitán, etc. Y todos le dieron la misma respuesta: siempre ha existido ese puesto de guardia ahí; por algo será, limítate a obedecer y calla. Pero él no calló, incluso en el ejército..., hasta que alguien le animó a hablar con un coronel retirado, el más antiguo al que pudo llegar.
Esto sucedía el año 1989. Cuando visitó al coronel, ya viejecito, en su propia casa, le preguntó si sabía el motivo de ese quinto puesto de guardia. El coronel abrió los ojos con espanto y le dijo: «Están locos, ¿aún sigue ahí el soldado? El día que yo me jubilaba, hace ya 15 años, en 1974, habíamos pintado el banco y pedí que pusieran un soldado de guardia para que nadie se manchara».

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